La flor de las nieves y las fragancias de la nobleza

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as duras condiciones climáticas de los ecosistemas de montaña suponen un auténtico reto para la vida. Por ello, para los organismos que, como las plantas, no pueden desplazarse cuando las cosas se ponen feas, la única opción para sobrevivir ha sido adaptar su morfología y metabolismo al frío, la alta radiación solar, y el viento que gobiernan los ecosistemas alpinos. Muchas de las plantas que allí habitan, a pesar de ser auténticas maravillas de la evolución, pasan desapercibidas al ojo inexperto por su reducido tamaño. Sin embargo, hay una de ellas que para muchos ostenta el título de la reina de la montaña.



La flor de las nieves o edelweiss (Leontopodium alpinum) se ha adaptado a las duras condiciones de los prados calcáreos alpinos y subalpinos. Edelweiss creciendo entre rocas calizas en el circo de Armeña, Huesca.
La flor de las nieves o edelweiss (Leontopodium alpinum) se ha adaptado a las duras condiciones de los prados calcáreos alpinos y subalpinos. Edelweiss creciendo entre rocas calizas en el circo de Armeña, Huesca.



No, las plantas no entienden de jerarquías sociales, pero para nuestros ojos de humano esta planta siempre ha tenido aires de nobleza. No son pocas las personas que tienen en su lista botánica de los deseos a la flor de las nieves (Leontopodium alpinum), más conocida con el germánico nombre de Edelweiss, literalmente "noble blanca". Y no es de extrañar. Lo cierto es que sus características inflorescencias blancas y algodonosas llaman la atención de cualquier senderista que se la encuentre en los prados alpinos de las más altas cordilleras europeas. Digo inflorescencias y no flores porque, como buena asterácea (Fam. Asteraceae), pariente de margaritas, girasoles y alcachofas, lo que aparenta ser una sola flor se compone en realidad de multitud de ellas. Detrás de esa característica y llamativa estrella cubierta de "pelo" blanco, la flor de las nieves esconde una impresionante complejidad.

Lo más llamativo del edelweiss es el exterior de la inflorescencia. Lo que aparentan ser (y funcionan como) pétalos, dándole la característica forma estrellada, son en realidad hojas modificadas (llamadas brácteas) cubiertas de multitud de pelos (tricomas) blanquecinos. Éstas brácteas rodean varios (entre 4 y 12) capítulos florales pequeñísimos de color blancuzco, cada uno rodeado por sus propias brácteas involucrales con el margen oscuro. Como ocurre con el resto de asteráceas, cada uno de estos pequeños capítulos se compone de multitud (hasta medio millar) de flores tubulares (o flósculos) auténticamente diminutas. Para hacernos una idea de lo diminutas que son en realidad estas flores me refiero a que dentro de cada capítulo, de tan sólo 5 milímetros de diámetro, podemos encontrar una media de entre 60 y 80 flores. Y cada una de esas flores en miniatura alberga todas las estructuras y funciones reproductivas de una flor, aunque según la población, las inflorescencias pueden presentar flores hermafroditas, mascuilnas (con cinco pétalos) o femeninas (con cuatro).

Como os imaginaréis, la finalidad de exponer semejante obra de ingeniería algodonosa en miniatura en un día caluroso del mes de julio en los Pirineos, no es llamar la atención de senderistas y aficionados a la botánica sudorosos, sino atraer a alguien que polinice esos cientos de diminutas flores.

En cada capítulo de cada inflorescencia, el edelweiss produce decenas de diminutas flores que abren de manera secuencial. Las flores centrales, con sus cinco minúsculos pétalos blanquecinos, suelen ser funcionalmente masculinas y presentan el polen de color amarillo.  Recorte de fotografía sacada en el circo de Armeña, Huesca.
En cada capítulo de cada inflorescencia, el edelweiss produce decenas de diminutas flores que abren de manera secuencial. Las flores centrales, con sus cinco minúsculos pétalos blanquecinos, suelen ser funcionalmente masculinas y presentan el polen de color amarillo. Recorte de fotografía sacada en el circo de Armeña, Huesca.

Parece que hasta la nobleza puede oler regular y al final los senderistas sudorosos y las flores del edelweiss tenemos más en común de lo que podría parecer. Bien sea por su atractivo visual, por su leyenda, o por su cuestionable aroma, la flor de las nieves ha atraído desde hace siglos la atención del ser humano, y lo sigue haciendo. A pesar del misticismo que rodea a la especie, ni es tan complicada de encontrar, ni sus paraderos son tan inhóspitos como mucha gente piensa. No hace falta ser un alpinista profesional para disfrutar de esta planta tan característica. Bien merece la pena calzarse las botas para vernos rodeados de multitud de estas estrellas blancas que adornan los prados alpinos calcáreos de los Pirineos.


Para atraer a sus polinizadores, en su mayoría moscas, las flores de las nieves  o edelweiss producen una curiosa fragancia floral que mezcla compuestos de olor dulzón con ácidos grasos de olor rancio que recuerdan al sudor humano. Fotografía tomada en el circo de Armeña, Huesca.
Para atraer a sus polinizadores, en su mayoría moscas, la flor de las nieves produce una curiosa fragancia floral que mezcla compuestos de olor dulzón con otros de olor rancio que también se encuentran en el sudor humano. Fotografía tomada en el circo de Armeña, Huesca.


Y de propina...
Han sido muchos los que han querido hacer del edelweiss un símbolo. Los alpinistas del siglo XIX extendieron la idea de que esta planta crecía sólo en las más inaccesibles cumbres de modo que sólo los montañeros más fornidos y heroicos podrían disfrutar su belleza. Durante los convulsos años 30 y 40 del siglo XX en Alemania el régimen nazi intentó apropiarse del simbolismo de la que, se dice, fue la flor favorita de Hitler. Sin embargo, la flor fue usada también por la resistencia al régimen, dando nombre por ejemplo al grupo de resistencia juvenil Piratas del Edelweiss (Edelweißpiraten), que desafiaron la autoridad del dictador. La especie también ha tenido detractores que trataron de bajar un poco la fiebre que rodeaba a la flor de las nieves. El mismísimo Mark Twain dedicó al edelweiss, "la favorita fea de Suiza" según él, lo siguiente: "La enmarañada inflorescencia es del color de la ceniza de los puros malos y parece estar hecha de felpa gris de mala calidad".
Lo mejor sigue siendo ir a verla con tus propios ojos.




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L. alpinum

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