La gran estafa sexual - parte II
U n macho de abeja del género Andrena vuela explorando ese nuevo mundo que tiene ante sus ojos tras pasar todo el invierno en estado de pupa. Como si de una fecha marcada en un calendario se tratase todos los machos de la especie terminarán su transformación al estado adulto y empezarán a volar en el margen de unos pocos días con un único objetivo en mente: buscar hembras con las que aparearse y transmitir sus genes. Nadie les ha enseñado cómo son las hembras de su especie, ni siquiera han visto una, pero ya lo saben perfectamente. Todo su sistema sensorial está programado para detectar y perseguir cualquier indicio que conduzca hacia un posible encuentro con una hembra. Pueden detectar sus feromonas, iridiscencias, colores y formas e incluso saben sobre qué flores suelen posarse para alimentarse. Los quimioreceptores de sus antenas detectan las feromonas de una hembra. Basta seguir ese dulce aroma para encontrarla... y ahí está, posada sobre una flor. Huele como una hembra, brilla c