Fuera de lugar

Inflorescencia de oreja de oso (Ramonda myconi) en el cañón de Añisclo (Huesca).
Inflorescencia de oreja de oso (Ramonda myconi) en el cañón de Añisclo (Huesca).



El clima era cálido y húmedo en todo el globo. La corriente circumpolar ártica aún no existía, por lo que el contraste climático entre el ecuador y los polos era muy débil. Las plantas tropicales, favorecidas por estas condiciones, se extendían hacia los polos llegando a sobrepasar los círculos polares, dónde formaron bosques de hoja ancha y caduca, creciendo incluso palmeras y baobabs en la costa de la Antártida (como demuestran los análisis del polen encontrado en el continente helado). Los mamíferos nos extendíamos y diversificábamos rápidamente por el planeta, disfrutando de la abundancia de alimentos que nos brindaban estos bosques y de la poca competencia que nos había dejado la extinción del Cretácico-Terciario (siendo correctos Cretácico-Paleógeno: la del meteorito)

Así estaba el panorama en la Tierra durante el Eoceno (hace 56 m.a.), cuando entre otras muchas plantas tropicales, las gesneriáceas (Gesneriaceae), a las que hoy pertenecen las tan conocidas violetas africanas, se extendieron por el hemisferio norte. Pero la Tierra no deja de cambiar y este ambiente tropical se fue enfriando durante el Neógeno y llegó definitivamente a su fin con las glaciaciones del Cuaternario, que cubrirían de hielo buena parte de nuestro hemisferio, dejando la presencia de estas plantas restringidas a las selvas tropicales que hoy en día ocupan.

Sin embargo, algunas especies de esta familia (tan representada hoy en Centroamérica, el Sureste Asiático, Oceanía y África) encontraron obstáculos en su camino de vuelta al toparse con las cadenas montañosas europeas. Sobrevivieron en nuestras latitudes a todas esas glaciaciones y quedaron atrapadas en varias cordilleras, donde permanecen como relictos de aquella época tan lejana. Una de ellas es la oreja de oso (Ramonda myconi) que habita en los Pirineos. Esta especie ha resistido creciendo en grietas de rocas calizas y en los recovecos más resguardados de la luz directa del sol y de las inclemencias del invierno pirenaico.

No son pocas las adaptaciones que han permitido a la oreja de oso perdurar hasta nuestros días sobreviviendo en las montañas pirenaicas. Esta planta acumula azúcares en la base del peciolo de sus hojas, de modo que cuando el agua escasea durante el verano (especialmente en las sierras exteriores) se marchita superficialmente adquiriendo un color pardo y exponiendo el envés peludo de sus hojas (de ahí el nombre de oreja de oso). Dichos pelos le ayudan a guardar la poca humedad restante y a captar por capilaridad el agua de las precipitaciones cuando la lluvia regrese; acelerando la reactivación de su metabolismo y el rebrote cuando las condiciones son favorables.

Y de propina...
Esta planta es capaz de absorber parte de las precipitaciones a través de las hojas (y no sólo por las raíces), algo no muy común entre las plantas vasculares.




Dominio
Reino
Subreino
Clado
Clado
Clado
Clado
Orden
Familia
Género
Especie
Eukarya
Archaeplastida
(Plantae)
Embryophyta
Spermatopsida
Angiospermae
Eucotyledoneae
Asteridae
Lamiales
Gesneriaceae
Ramonda
R. myconi

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